EXISTENCIALISMO Y MARXISMO

Viernes 04.06.2010,
Cultural

Sartre, 30 años después
Tras el desencanto
Ruben Loza Aguerrebere






  • HAY EN Francia una docena de periodistas célebres y cuatro o cinco grandes de verdad. Uno de ellos es Jean Daniel, fundador y director del semanario Le Nouvel Observateur, autor de numerosos libros, dietarios y ensayos, a los que hay que agregar dos nuevos títulos: Camus. A contracorriente (Galaxia Gutenberg, 2009) y Les miens (Grasset, 2009). De estas páginas caudalosas, elegantes y eruditas surge un personaje del cual se cumplen treinta años de su muerte: Jean-Paul Sartre. El pensador existencialista fue acompañado el 20 de abril de 1980 por 50 mil personas hasta el cementerio de Montparnasse, donde descansa cerca de Baudelaire. Aquel hombre pequeñito y bizco, que fue novelista, dramaturgo, ensayista y filósofo de extraordinaria inteligencia y resonancia, recibió en aquel instante un símbolo privilegiado, un ceremonial único, que se convierte en mito ("esa singularidad francesa", al decir de Jean Daniel). Pero a medida que pasaba el tiempo los existencialistas que le vieron al final exhibir cierto pesimismo, al desaparecer el "dios viviente" han ido vaciando el templo.

    EL GENIO DIALÉCTICO. Jean-Paul Sartre pensaba que el existencialismo, una doctrina destinada a los filósofos, debía amplificarse, y a ello se dedicó. Se propuso hacer la doctrina accesible a una audiencia general y, en el ejercicio de esa tarea, que realizó con una prolífica obra, conferencias y viajes, se convirtió en el profeta de su tiempo, en el "gurú" del existencialismo. Pasó a ser una celebridad internacional. Para esa búsqueda de apertura del existencialismo, Sartre aplicó sus recetas personales, apelando a su genio dialéctico, seducido entonces por el marxismo y solazado por la ortodoxia del partido comunista. En ese terreno, brilla y fascina, siguiendo la ambición de ser a la vez (como sostiene d`Ormesson) Spinoza y Stendhal.

    Corrió el riesgo de no distinguir literatura y filosofía, con lo cual su novela La Náusea se transforma en un cuento filosófico con acentos naturalistas, donde la existencia deviene en contingencia, y con el mismo estilo prosigue su andadura en las páginas de El ser y la nada (sostenidas en Hegel, Husserl y Heidegger)
    Cabe preguntarse si era un filósofo para escritores o era un escritor para filósofos. Lo mismo ocurrirá, luego, con su vasta labor como dramaturgo: en A puerta cerrada, El diablo y el buen Dios, Los secuestrados de Altona, donde aborda el teatro de tesis, el teatro de ideas, e introduce los debates políticos que agitan su tiempo. De esta manera, se convierte en intérprete de su época. No es un filósofo revolucionario de la estatura de Bergson; es su espejo, un mero reflejo. Pero gracias a esa filosofía para universitarios se transforma, al fin, en el existencialista capital.

    EXISTENCIALISMO Y MARXISMO. Jean-Paul, el pequeño "Poulou", sigue sus estudios en el Henri IV y la École Normale Supérieure, donde conoció a Raymond Aron y posó sus ojos en Simone de Beauvoir, graduada también en Filosofía, quien será la compañera de sus pensamientos y su vida. Va construyendo su personalidad en oposición a figuras como el general de Gaulle y Malraux a su lado, y como Albert Camus ("más valía equivocarse con Sartre, que tener razón con Camus"). Prosigue su camino investido en todas las luchas, atento al contexto internacional, abierto a todos los frentes y buscando que nada pudiera separar "a los trabajadores de su partido". De esta forma, termina uniendo el existencialismo al marxismo. Llega a sostener, por ejemplo, que la URSS superaría el nivel de vida de Estados Unidos. En tales aspectos, Jean Daniel entiende que Sartre se equivocó, no sólo con Raymond Aron, sino, esencialmente, con Albert Camus, y ya no sólo por la existencia de los campos de exterminio soviéticos (que Sartre negaba y Camus denunciaba) o el mal que suponía el capitalismo. Iban más lejos aún, porque el rechazo de la solidaridad no era, no es, una idea camusiana. Y, al contrario de Sartre, como señala Jean Daniel, Camus no tenía complejos con el proletariado, porque procedía de él.

    LA EXISTENCIA DEL HECHO MORAL
    . Cuando Jean Daniel fundó Le Nouvel Observateur, ofreció a Sartre la posibilidad de escribir en su revista; Sartre, ante este gesto, revisó la interrupción de sus relaciones con Camus. Cabe recordar que Jean Daniel era íntimo amigo de Camus (ambos argelinos) y había hecho causa común con Camus cuando éste rompió sus relaciones con Sartre. En Camus. A contracorriente, Jean Daniel recuerda que, al invitar como colaborador a Sartre, éste le expresó su alegría por retomar el diálogo con él, con Daniel, sobre la violencia, puesto que no podía hacerlo directamente con Camus, con quien había interrumpido sus relaciones, pero era ésta una manera indirecta de proseguirlo.

    Al margen de algunas colaboraciones cuya publicación agradecía puntualmente, Sartre prosiguió su camino con la desesperación de quien veía al mundo "laid, mauvais et sans espoir" (feo, malo y sin esperanza). En ciertas oportunidades, a medida que envejecía, se reencontró con ciertos pensamientos de su juventud, en especial cuando escribe su ignorada e inacabada obra "L`engagement de Mallarmé", que es una suerte de celebración de un rito. Debemos señalar que, en oportunidad de la muerte de Camus (Nobel de Literatura a los 44 años), cuando contaba sólo 47 años, con toda nobleza Sartre escribió "un adiós emocionado y emocionante", al decir de Jean Daniel, que fue su editor. Entre otras consideraciones, Sartre escribió: "Representaba en este siglo, y contra la historia, al heredero de ese largo linaje de moralistas cuyas obras constituyen, quizá, lo más original de la literatura francesa (…) debido a la tozudez de su rechazo, reafirmaba en el corazón de nuestro tiempo, contra los partidarios del maquiavelismo, contra el becerro de oro del realismo, la existencia del hecho moral".

    Menos sensibilidad militante. Nueve años después de la muerte de Sartre, una "tumultuosa muchedumbre salió por los desgarrones del muro oeste de Berlín" escribía Steiner en la revista The New Yorker. A partir de este derrumbe y la caída del régimen soviético, la evolución del mundo fue indetenible. El tiempo es a veces una pesadilla, alertaba Paul Morand cuando decía: "Cours, ¡cours! camarade, le vieux monde est derrière toi" (Corre, corre camarada, el viejo mundo está detrás de ti).

    Los hechos de la cultura y la política excitaron la imaginación de todos y desfibraron el obsesivo testimonio del existencialismo, los meandros de sus vinculaciones con el "partido" (él había transformado el "proletariado" en "progresismo") y, casi naturalmente, aquello fue perdiéndose en palabras neutras, y, luego, en lo que se diera en llamar "el desencanto". La sensibilidad militante no formaba parte del "espíritu de la época"; en cambio, "Camus sigue siendo contemporáneo nuestro", afirma Jean Daniel. Respecto de Sartre sostiene que "sus tesis han sido desacreditadas, abandonadas, renegadas".

    Es difícil resignarse a que Sartre sea, como otros, "una pasión inútil", pero más allá de la sonoridad que su nombre y su mito evocan, Jean d`Ormesson lo ha definido como "el último de los mohicanos".

    (fuente: elpais.com.uy)

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